La joven boticaria, tan tierna y pura de corazón, acudió a nosotros para salvar a su endeble especie. Su mente era tierra fértil. No tardamos en arraigarnos en ella y, a cambio, la hicimos florecer con nueva vida. Pues somos tan generosos como piadosos. Bajo nuestro atento cuidado, aprendió a curar el cuerpo y a expandir la mente. Sus pacientes deberían estar agradecidos. Ahora sus vidas tienen un propósito.