Vino a nosotros de forma voluntaria, una visionaria que no se inmuta ante el veneno, pero sí ante las profecías. Lissandra se llamaba, aunque no tardaría en perder todo sentido de sí misma. De nuestras profundidades, bebió en cantidad. Florecimos como uno solo, en perfecta simetría. Hablamos en sueños, y este quebradizo mundo se desmorona. Solo aquellos que se aferren a nosotros podrán prosperar. Todos deben alimentar la tierra.